Buenos días compañeros, me presento: mi nombre es Gonzalo y os escribo desde Algeciras.
Soy poseedor de un Renault 5 GTL del 79, del que paso a contaros un poquito su historia.
Todo empezó con un ingreso hospitalario de un familiar, en el que entre las visitas apareció mi tío, el anterior dueño de mi hoy, “Cinquillo”.
Entre anécdotas y charlas típicas de este tipo de reuniones, aparecieron los achaques que hoy hacen mella en su avanzado cuerpo de octogenario, los cuales le impiden conducir con un mínimo de seguridad tanto a él, como para el resto de conductores y viandantes, llegando a verse obligado a tomar la decisión de que este año no renovaría el seguro de su preciado “Errecinco”.
Comentaba con cierto grado de tristeza, de que lo pondría la venta, y que si no le salía un novio a su fiel cuarentón, del que presumía constantemente de que a sus cuarenta años, jamás tuvo que hacerle nada, lo llevaría al desguace.
Yo, ya llevaba cierto tiempo con muchas ganas de comprar y restaurar un clásico, y éste, aunque no fuera mi preferido para ello, no podía dejarlo pasar por alto.
Así que tras su comentario y sin más dilación, le propuse que llegado el momento si no lo había vendido, yo le ofrecía lo mismo que el desguace y lo invitaba a comer, aunque no sin pasar antes a revisar su estado y comprobar que “mereciera la pena”.
Pasaron los días, y con mucha ilusión decidí pasar por Málaga con mi pareja a echar un vistazo al coche.
Mientras bajaba mi tío con las llaves de la bestia, empecé a examinarlo, llevándome la sorpresa de que aquel amasijo de chatarra, no podría estar en mejor sitio que un desguace de la comarca intentando mantener con vida a los pocos R-5 que quedan andando.
Justo en ese momento apareció mi tío con las llaves de su coche, con una sonrisa en su cara, mostrándolo con mucho orgullo y cariño. Feliz porque daba por hecho de que no acabaría en la chatarrería, y que sería su sobrino el que le diera el cariño y uso que ya no tiene y merece. Esperando un receso para anunciarle el momento para darle mi decisión de no quedármelo, ocurrió algo inesperado: sus ojos se empañaban, y la tristeza se apoderaba de él, recordando la de sitios que visitó con él en compañía de mi difunta tía.
Cuando terminó de contarlo y me disponía de nuevo a darle mi respuesta, noté un codazo sin sentido en mi costado. Sí, era mi novia, y no entendía el por qué me lo dio hasta que vi su carita de corderita degollada, manifestando la pena por la historia contada por mi tío.
Omitiré la parte en la que intento de nuevo decirle que no me lo quedo, y el codazo fue más considerable.
En fin… que desde ese preciso instante y previo paso por caja de la DGT, soy feliz poseedor de mi nuevo “hierro”, con el que me une una relación amor-odio. Amor, porque me dibuja una sonrisa cada vez que le hago algo, escucho su motor, o disfruto a su volante pendiente de sus relojes de presión y temperatura; y odio, porque cada vez que veo el trabajo que me queda por delante, el dinero que tengo que inverir y como me tiene el garaje de tiestos, me pone malo.
Bueno, quiero aprovechar para pedir disculpas por el ladrillazo y daros las gracias de antemano por vuestra acogida.
Deciros que estoy deseoso de aprender de vosotros y poder colaborar algún día aportando mi granito de arena, a este maravilloso foro que habéis creado.
Saludos a todos.